México regresa a clases presenciales... en teoría
CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Niños y maestros protegidos con cubrebocas y separados por varios metros de distancia, botellas de gel, toma de temperatura, ventanas abiertas de par en par y muchas dudas y temores marcaron el inicio este lunes del nuevo ciclo escolar en México.
Bajo estrictos controles sanitarios millones de niños y adolescentes retornaron a las aulas en los 32 estados de nación latinoamericana luego de 17 meses de cierre de los centros educativos debido a la pandemia del coronavirus.
El retorno a las clases presenciales fue celebrado el lunes por el presidente Andrés Manuel López Obrador quien, durante su conferencia matutina, llamó a las autoridades educativas a organizarse y guardar los protocolos para cuidar a los niños y evitar problemas mayores.
“Puede ser que algún niño se contagie pero se puede aislar, se atiende, hay médicos para eso”, dijo López Obrador al asegurar que los menores “tienen menos riesgos” con el coronavirus.
El mandatario destacó que la asistencia a los centros educativos es voluntaria e insistió en que la “escuela es insustituible” por el bienestar que representa para los niños debido a que ayuda a que “ya no estén expuestos sólo al Nintendo, a toda la información toxica que tanto daña”.
Oficialmente se desarrollará “de forma presencial, responsable y ordenada” según disposiciones de autoridades y actores del sector, indicó la Secretaría de Educación.
En la práctica, habrá un sistema voluntario, heterogéneo e híbrido entre lo presencial y lo virtual que unos definen de caótico y otros de gradual. Y aunque miles de escuelas abrirán sus puertas después de un año y medio de cierre, todavía no está claro cuántas serán ni el número de alumnos que llegarán porque más allá de regulaciones federales, estatales y locales, la decisión final queda en manos de cada centro y de los propios padres.
“Hay una completa incertidumbre respecto de cómo se va a proceder”, comentó Bettina Delgadillo, directora de una escuela privada de San Pedro Garza García, el municipio más rico del país en el norteño estado de Nuevo León.
“Hay escuelas muchos más preparadas y seguras para los niños que supermercados o establecimientos que llevan abiertos meses”, subrayó. “Pero entiendo que como autoridad es complicado decir ‘aquí sí’ y ‘aquí no’”.
Desde la otra punta del país y en su estado más pobre, Chiapas, Enrique Morales, un maestro de primaria de Simojovel, estaba igual de confundido. “No se han limpiado muchas escuelas y los padres son los que tienen que cooperar para el gel y para todo”, se quejó.
En su región, los padres todavía no se han reunido para decidir qué hacer pero él tiene claro que no quiere llevar a sus dos hijos al salón. Chiapas tiene el menor nivel de alerta por COVID de todo México -es el único estado en “semáforo verde”- pero él enterró a su padre en enero y hace unos días a su suegro.
México enfrenta este regreso a clases con más 3,3 millones de casos acumulados, más 380.000 muertes asociadas al COVID-19 y el 64% de su población adulta con al menos una dosis de la vacuna pero muy pocos niños inmunizados. Además lo hace en medio de una tercera ola de contagios, el peor momento para algunos.
“El regreso a clases no implica necesariamente un mayor riesgo ni para los chicos que regresan a la escuela ni para la comunidad”, aseguró Miguel Bentancourt, especialista en Salud Pública. Pero hay que cumplir unas condiciones mínimas de higiene, vigilancia, ventilación de los espacios y sobre todo hay que tener la flexibilidad de hacer ajustes continuos si es necesario, una postura que apoyan UNICEF y la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
En México conviven centros que registran alumnos con aplicaciones de código QR y hacen pruebas rápidas a sus maestros de forma habitual con escuelas sin agua corriente donde ni se habla de tests. Pero maestros de mundos tan opuestos como Delgadillo y Morales coinciden en la necesidad de proteger a los menores y en que la educación a distancia no es suficiente.
“Vamos a hacer lo que más se pueda para que los niños vengan dos o tres días porque la otra opción no funcionó”, dijo el chiapaneco. “Pero el gobierno debe sanitizar las aulas”, insistió como condición previa.
México es un país con más de 30 millones de alumnos, 25 de ellos de educación básica, un porcentaje importante de los más de 100 millones de niños, niñas y adolescentes afectados por los cierres educativos en toda América Latina, una zona con regazos previos donde se va a agudizar una crisis de aprendizaje “con consecuencias de largo plazo en el desarrollo de toda una generación de estudiantes”, alertó Vincenzo Placco, asesor regional de UNICEF.
Placco subrayó que las escuelas siempre deberían ser las últimas en cerrar y las primeras en reabrir porque a veces son espacios más seguros que los propios hogares.
Sólo en México, 5,2 millones de estudiantes no se inscribieron en el curso pasado por causas relacionadas con la pandemia o falta de recursos, según datos de la Secretaría de Gobierno, que también alertó de un aumento de la violencia doméstica y los suicidios en menores.
La gradualidad y la evaluación constante son clave. Campeche, en el sureste mexicano, fue el primer estado que hizo un intento de clases presenciales en abril pero tuvo que cerrar por un aumento de los contagios. Ahora, según la secretaria de Educación estatal, hay lecciones aprendidas: capacitar mejor a maestros y padres, intentar que los docentes se queden en las comunidades donde trabajan para que haya menos movilidad o dejar los viernes como días de recuperación para los alumnos con más necesidades.
Las fórmulas van a ser diversas y el lunes estará dedicado a aprender la nueva normalidad escolar: cubrebocas obligatorio, saludos “de codo”, nada de recreos o compartir útiles y filtros sanitarios en la familia, en la entrada de la escuela y en los salones.
El gobierno federal acabó suprimiendo que los padres firmaran una carta para confirmar que la asistencia a clases era su voluntad, algo que muchos consideraron un intento de las autoridades de esquivar su responsabilidad sobre todo en el sector público, donde las carencias en infraestructura datan de décadas.
Pero Morales dijo que en Chiapas sí pedirán la carta porque los profesores no quieren tener problemas después si hay contagios. Muchos centros privados de Ciudad de México obligan a que cada día el menor lleve un documento firmado de que no tiene síntoma alguno.
“Todo da miedo”, dijo Rosario Plácido, que vende quesadillas y tiene una hija de 5 años y un hijo de 14 . “Da miedo la enfermedad, pero el que no va, no aprende”.
La mayoría de los países latinoamericanos -entre ellos Brasil, Colombia, Ecuador o Panamá- ya han comenzado a impartir algunas clases presenciales a distinto ritmo, muchos marcados por problemas en el alcance de las vacunas o deficiencias en la infraestructura escolar de ciertas zonas.
Argentina está apostando fuerte por lo presencial a partir del 1 de septiembre -en Buenos Aires incluso de manera obligatoria salvo niños de riesgo- y en Chile , con los contagios en descenso, el 74% de las aulas ya están abiertas. En el otro lado del espectro estarían Venezuela, que se plantea lo presencial a partir de octubre, y Perú que no lo considera hasta principios de 2022, cuando se haya vacunado a todos los maestros.
Pero al final, subrayó Placco, lo más importante es “sopesar los riesgos que existen en términos de salud, de nutrición -muchas escuelas dan la principal comida a los niños-, de exposición a la violencia o a embarazo adolescente versus el riesgo de epidemiológico que existe en una escuela que está implementando medidas de bioseguridad”.
Y hacerlo basándose en datos y no en cuestiones políticas que han polarizado gran parte del debate, no sólo en México. En Argentina, por ejemplo, la reapertura de las aulas llegó hasta la Corte Suprema, que acabó priorizando las decisiones autónomas de la capital aunque fueran contrarias a las del gobierno nacional.
“Hay que darle a todo una oportunidad”, dijo Beatriz Tirado, una maestra de preescolar de la Ciudad de México que atenderá a sus alumnos presenciales el lunes mientras la escuela pública de su hija de 6 años sigue cerrada.
“Se trata de ensayo, error, ensayo, error”, explicó paciente. “Tenemos que adaptarnos a todo esto que no va a cambiar y desde ahorita los niños deben acostumbrarse”.